Hace algunas semanas utilicé un juego de palabras para alertar de la transformación de nuestra democracia en una “demoscracia”. Un juego de palabras que deja de ser banal cuando nos damos cuenta de que, efectivamente, para algunos la democracia se está convirtiendo en un juego de sondeos manipulados cuyo objetivo es confundir a la ciudadanía. Siendo sinceros, y yo con ustedes siempre lo soy, no me considero un experto en encuestas. No sé si soy un buen politólogo, ya que camino en la dirección opuesta de la selfie-política que actualmente está de moda. Pero sé que sociólogo no soy. Sin embargo no hace falta ser un experto para darse cuenta del actual ambiente febril en el que nos movemos donde cada semana se publican 4 o 5 sondeos en su mayoría contradictorios entre sí.
¿Son las encuestas un peligro para una democracia de calidad? Como muchas cosas en esta vida, no es de por sí algo malo, pero un empacho de “encuestitis” puede provocar alteraciones en la voluntad natural de los votantes. Aún asumiendo esta posibilidad, es necesario plantearnos si realmente las encuestas condicionan el voto de un número de gente considerable como para decidir unas elecciones. Mi criterio es que no, a pesar de que aún ningún instituto demoscópico ha preguntado si las encuestas sobre intención de voto orientan el voto de la persona. Me limitaré a reflejar mis personales y limitadas apreciaciones de lo que veo en mi entorno y de lo que me responden cuando les pregunto. Pocos, muy pocos, se dejan influir por los sondeos. A veces, eso sí, afecta al estado de ánimo del votante o del militante más activo. Pero más allá de la alegría o la incertidumbre, pocas veces suele llegar.
Es evidente que ciertos medios y, por supuesto, los propios partidos han decidido entrar en una guerra de encuestas donde las opciones son solamente dos: solemos creer la que nos gusta y solemos desprestigiar la que nos cabrea. Sin ir más lejos es llamativo como la encuesta del pasado mes de “el País” fue jaleada y promocionada por todos los activos pedristas del PSOE de Pedro Sánchez, ese del que dicen que “une”, con el peligro y la carga de provocación que conlleva esta imposición. Pero, un mes más tarde, aparece una nueva del mismo diario donde deja a los socialistas justo detrás de Ciudadanos, es decir, en tercera posición en intención de voto. Esa misma noche, como es de imaginar, todos los pedristas se dedicaron a lanzar cuchillos contra “el País”.
Pero asumamos algo que es casi de perogrullo: dentro de la confusión y de los sondeos interesados, existen algunos que dicen o se aproximan bastante a la realidad. No digo que sea sencillo separar las “buenas” de las “malas”, pero sí que existen indicios. Hay algunos precedentes que nos advierten del uso fraudulento de los sondeos: las elecciones generales de Inglaterra o las predicciones del famoso, como fallido, referéndum griego. También en Portugal daban como ganador al partido socialista, cosa que posteriormente no sucedió. Hay encuestas que en sí mismas encierran grandes incoherencias, como las que aseguran que un 70% no quiere que gobiernen ni PP ni PSOE, pero entre estos dos partidos, en esa misma encuesta, obtienen más del 30% restante. Lo que nadie puede negar, a un mes de las elecciones, es que en las últimas semanas se ha buscado potenciar de una manera bastante escandalosa las posibilidades electorales de Ciudadanos, ese partido neoliberal que huele a Nenuco pero tienen alma de Varón Dandy. Mi apuesta es que el partido de Albert Rivera aún se sitúa por detrás del Partido Socialista. Sin embargo, es posible que el PP se esté consolidando como la fuerza más votada de cara al 20 de diciembre.
Utilizar, como decía, las encuestas de manera tendenciosa, es buscar la domesticación de la sociedad. Es cierto que hay animales a los que no se les puede adiestrar, pero muchos hombres se descubren dóciles con el poder establecido o que parece por establecer. Yo siempre he sostenido que las personas que amamos la libertad por encima de todas las cosas, porque entendemos que la libertad de cada persona es un sinónimo de su dignidad, cuanto más nos intentan domesticar más rebeldes nos volvemos. Pero no rebeldes sin causa, sino al revés, con más causa que nunca. La sociedad española no puede ser domesticada por intereses mediáticos-partidistas que se reflejan en proyecciones electorales falsas y forzadas.
No quisiera dar la impresión de que pido no creer en nada. Los que no creemos en Dios no podemos permitirnos el lujo de no creer en nadie, porque si uno no cree en nadie terminará por no creer ni en uno mismo. Ante esta locura de las encuestas debemos de creer, más que nunca, en lo que nos dicta nuestros valores y nuestros sentimientos. Cojamos ese “velo de la ignorancia” de Rawls y de todos los candidatos elijamos al que, verdaderamente, despierta en nosotros una mínima luz, aunque sea, de esperanza. Votemos en libertad y de espaldas a las encuestas.